SALMO 22:14,15 (NTV)
Me siento débil, derramado como el agua. Mis huesos se han dislocado; mi corazón se derrite como cera en mi interior. Mi boca se siente seca como la arena. Mi lengua se pega al paladar; tú me has puesto al borde de la muerte.
♥ Reconocer nuestro dolor no es algo egoísta o quejumbroso, sino santo y sabio; tal vez sea la única forma de sanarlo integralmente de la mano de Dios.
💔 Historia de la vida real:
“Una noche, mientras preparaba a mi hijo pequeño para dormir, de repente me desplomé en el suelo. Un dolor agudo irradiaba desde mi abdomen, era tan abrumador que apenas podía respirar. Mi esposo estaba de viaje, así que llamé a un vecino para que me ayudara, y no pasó mucho tiempo antes de que me encontrara en una ambulancia. Horas más tarde, después de una serie de pruebas, me enteré de la causa de todo este drama: era un “ataque de vesícula”. ¡Aparentemente, las vesículas pueden atacar! Diez años después, ahora estoy sin vesícula, y aunque hay muchos detalles sobre esa noche que no recuerdo con mucha claridad, hay una cosa que puedo decir con certeza: En esa ambulancia, no pensaba en los correos electrónicos que tenía que enviar, en los mandados que tenía que hacer, en la monografía que tenía que escribir ni en la hora de dormir de mi hijo. Solo podía pensar en el dolor”. (Anónimo)
☝🏼 Así es como funciona el dolor, ¿verdad? Se centra en sí mismo. El dolor es “egoísta”, se podría decir, y fue diseñado de esa manera por Dios; el dolor es la forma en que nuestro cuerpo pide el cuidado y la atención que necesita, y eso es bueno.
¡¡¡Si el dolor es lo que descubre, nómbrelo, entiéndalo y dese tiempo para buscar la sanidad integral de Dios, porque uno no puede liberarse del yo natural, hasta que lo sane por dentro, hasta que reconozca el dolor!!!
Existen muchos estudios sobre la relación entre el egocentrismo y la inseguridad; y se ha llegado a la conclusión, entre otras, de que a menudo experimentamos inseguridad cuando estamos demasiado centrados en nosotros mismos. Cuando nos convertimos en el centro de todo: nuestro matrimonio, nuestra manera de criar a nuestros hijos, nuestra carrera, nuestro ministerio, etc.; entonces nuestro valor se vincula a nuestro éxito. Para muchas personas, esa es la causa de su lucha contra la inseguridad; como resultado, cosas que no tienen que ver con ellos mismos terminan centrándose en ellos. Pero es importante entender que a menudo el enfoque en uno mismo es un síntoma de dolor. El dolor emocional, al igual que el dolor físico, monopoliza nuestra atención, y no superaremos los efectos de colapso del alma, del enfoque en nosotros mismos, simplemente resolviendo enfocarnos más en Dios, eso es bueno, pero primero tenemos que entender el dolor que atrae nuestra atención hacia adentro.
En muchos salmos bíblicos de lamento, como el que estudiamos hoy, David entró en detalles asombrosos sobre su dolor, examinando sus heridas desde todos los ángulos imaginables, y creo que Dios incluye estos pasajes en Su Palabra para recordarnos la importancia de nombrar nuestro dolor.
♥ Este tipo de autoexamen no es egoísta, sino santo y sabio.
CONFESIÓN DE FE:
LA PRÓXIMA VEZ QUE ME DE CUENTA DE QUE ESTOY HACIENDO QUE UNA SITUACIÓN SE TRATE SOLO DE MÍ, RECONOCERÉ EL DOLOR, Y SÉ QUE ESE AUTOENFOQUE PUEDE SER VANIDAD ORGULLOSA, PERO TAMBIÉN PUEDE SER UNA HERIDA SIN CICATRIZAR QUE PIDE ATENCIÓN A GRITOS DE PARTE DE DIOS.
ORACIÓN:
Dios y Señor Nuestro, Elohim Kedem, Dios del Principio (Colosenses 1:18) Amado Dios y Señor, Jesucristo; el que siempre fue, es y será; Tú eres antes de todas las cosas en tiempo y en prioridad, y por eso sé que debes ser primero que todo en nuestros afectos, y también por eso yo quiero vivir una vida centrada más en Ti que en mí mismo, pero ¡hay tanto que necesito sanar!. Por eso te ruego que me ayudes a identificar cualquier herida que esté atrayendo mi atención hacia adentro y sanarla de tu poderosa mano, para que pueda vivir en libertad. Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo por la sanidad integral que traes a mi vida cuando confieso el dolor; he orado en tu Poderoso Nombre ¡Amén!