LA IMPACIENCIA

LUCAS 15:11-21 Para ilustrar mejor esa enseñanza, Jesús les contó la siguiente historia:

Un hombre tenía dos hijos. El hijo menor le dijo al padre: «Quiero la parte de mi herencia ahora, antes de que mueras». Entonces el padre accedió a dividir sus bienes entre sus dos hijos. Pocos días después, el hijo menor empacó sus pertenencias y se mudó a una tierra distante, donde derrochó todo su dinero en una vida desenfrenada. Al mismo tiempo que se le acabó el dinero, hubo una gran hambruna en todo el país, y él comenzó a morirse de hambre. Convenció a un agricultor local de que lo contratara, y el hombre lo envió al campo para que diera de comer a sus cerdos. El joven llegó a tener tanta hambre que hasta las algarrobas con las que alimentaba a los cerdos le parecían buenas para comer, pero nadie le dio nada. Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: «En casa, hasta los jornaleros tienen comida de sobra, ¡y aquí estoy yo, muriéndome de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero'». Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijo». (NTV)

♥ De las consecuencias de la impaciencia, ¿Qué tan grave es la impaciencia?

Por lo general, la consideramos como irrelevante. A menudo se la ve como una debilidad más que como un pecado; después de todo, no es tan mala como el adulterio, el robo o el asesinato, pero ¿alguna vez ha considerado lo que revela la impaciencia acerca de nuestra actitud hacia Dios?

Cuando demostramos incapacidad para tolerar la demora, le decimos al Señor: «No confío en tu tiempo; el mío es mejor». ¿Puede ver la gravedad de esta actitud? La impaciencia es una muestra de orgullo porque estamos elevando nuestro entendimiento por encima del de nuestro Dios que todo lo sabe.

El camino al desastre del hijo pródigo comenzó con la impaciencia. Quería su herencia de inmediato y no estaba dispuesto a esperar. Después de tomar el asunto en sus manos, sufrió las siguientes consecuencias:

1.     Afligió a su familia. De igual manera, nuestra impaciencia hiere a los que amamos.

2.    Dejó la seguridad del hogar. Cuando nos adelantamos a Dios, solemos dejar atrás las voces de la razón y la sabiduría.

3.    Se encontró en la ruina. La bendición de Dios acompaña nuestra obediencia, por lo que podemos perder mucho cuando ignoramos su tiempo.

4.   Se sintió indigno. No experimentamos compañerismo con el Señor cuando la impaciencia nos mantiene fuera de su voluntad.

Aunque el hijo pródigo fue bienvenido cuando volvió a casa, nunca pudo recuperar la herencia que había perdido. Nosotros también sufriremos consecuencias dolorosas como resultado de adelantarnos a Dios.

¡¡¡Es mejor esperar confiadamente hasta que el Señor nos haga avanzar!!!

CONFESIÓN DE FE:

ESPERARÉ CONFIADAMENTE EN EL SEÑOR, PUES ESTOY SEGURO DE TODO LO QUE ME HA PROMETIDO Y TIENE PARA MI COMO HIJO SUYO, ENTONCES NO SUFRIRÉ EL DOLOR DE LAS CONSECUENCIAS DE LA DESOBEDIENCIA Y LA IMPACIENCIA.

ORACIÓN:

Señor Dios Todopoderoso, Abba Padre ¡Papito Dios! (Romanos 8:15). Mi amado Padre Celestial, Dios y Señor nuestro, hoy quiero darte gracias por tu amor infinito y tu consagración a nosotros tus preciados hijos, estoy seguro de que confiar en Ti y obedecerte será siempre de gran bendición para mi vida y la mejor forma de lograr los propósitos que Tú has dispuesto para ella, y para lograr alcanzar y arrebatar las promesas maravillosas que tienes para mi, así que no dejaré que la impaciencia trunque tus planes. Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo por tu ejemplo de confianza y obediencia absoluta a las instrucciones del Padre Celestial; he orado en tu Poderoso Nombre ¡Amén!

Juan Manuel Lamus O.

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