1 JUAN 3:1-3… 9,10 Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos! Pero la gente de este mundo no reconoce que somos hijos de Dios, porque no lo conocen a Él. Queridos amigos, ya somos hijos de Dios, pero Él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo venga; pero sí sabemos que seremos como Él, porque lo veremos tal como Él es. Y todos los que tienen esta gran expectativa se mantendrán puros, así como Él es puro…
Los que han nacido en la familia de Dios no se caracterizan por practicar el pecado, porque la vida de Dios está en ellos. Así que no pueden seguir pecando, porque son hijos de Dios. Por lo tanto, podemos identificar quiénes son hijos de Dios y quiénes son hijos del diablo. Todo el que no se conduce con rectitud y no ama a los creyentes no pertenece a Dios. (NTV)
♥ De la importancia de reconocer a Dios como nuestro Padre, de manera que podamos imitarlo y llegar a ser padres espirituales de muchos; pero la pregunta clave es:
☝🏼 ¿Es usted miembro de la familia de Dios? (Leer 1 Juan 3:1-10 Completo)
Cuando confiamos en Cristo como Señor y Salvador de nuestras vidas, nos convertimos en hijos de Dios; al usar este lenguaje, la Biblia indica la naturaleza de nuestra relación con Él:
¡¡¡Dios es nuestro Padre y nosotros debemos actuar como sus hijos!!!
Esto significa que debemos aprender a escucharlo, obedecerlo y amarlo cada vez más; de manera que nosotros al seguirlo e imitarlo podamos llevar a muchos a que también sean sus hijos y hagan lo mismo, esto es ser un padre espiritual.
El Padre nos habla claramente por medio de la Biblia. Muchas personas afirman que están interesadas en escuchar a Dios, pero les resulta difícil encontrar tiempo para leer su Palabra. También hay quienes dicen: “No la entiendo”, y se dan por vencidos. Pero dentro de cada hijo de Dios vive el Espíritu Santo, quien nos ayuda a superar cualquier obstáculo y a interpretar la Palabra de Dios correctamente. Si usted sigue leyendo las Sagradas Escrituras de manera fiel, Él le ayudará a entenderla. Una vez que la persona nace en la familia de Dios, nada puede destruir esa relación, ni siquiera el pecado. Pero la desobediencia entristece al Padre Celestial y dificulta la comunión y la comunicación con Él. La restauración, que es esencial para el crecimiento espiritual, solo es posible al confesar a Dios los pecados y arrepentirnos (1 Juan 1:9); pero también es indispensable que nos dejemos criar espiritualmente por personas consagradas por Dios para que lleven a cabo en nosotros con denuedo esta tarea tan honrosa, pero delicada y de gran responsabilidad.
El pasaje bíblico de hoy menciona las características de los hijos de Dios, y por eso se hace tan relevante la pregunta: ¿Es usted miembro de su familia?
♥ Si es así, su vida debe caracterizarse por obediencia y rectitud; virtudes que entonces puede y debe reproducir en otros.
CONFESIÓN DE FE:
ESTOY PLENAMENTE CONVENCIDO QUE SOY HIJO DE DIOS, PUES LO HE RECONOCIDO A ÉL COMO MI PADRE, PERO TAMBIÉN ME HE SOMETIDO A SU GOBIERNO Y A SU CUIDADO, BUSCANDO SIEMPRE LLEVAR A CABO SU VOLUNTAD PARA MI VIDA; Y REPLICANDO ESTO EN LOS QUE ÉL MISMO ME HA PUESTO EN EL CAMINO PARA CRIAR ESPIRITUALMENTE.
ORACIÓN:
Padre Celestial, Elohim HaRuchot LeKol Basar, Dios de los espíritus de toda carne (Números 16:22). Mi amado Dios Padre y Señor Jesucristo, sé que Tú nos has creado a todos los seres humanos con dimensiones físicas y espirituales, y es por eso que puedes y reclamas soberanía sobre cuerpo, alma y espíritu de todos nosotros. Sin embargo es claro que aunque eres el creador, Tú eres padre solo de aquellos que te reconocen como tal, y que creen y confían plenamente como Salvador y Señor en tu amado Hijo Jesús, y quienes permiten que esta obra sea completada por el trabajo del Espíritu Santo a través de los procesos de crecimiento espiritual. Por todo eso hoy quiero darte gracias y decirte que sí, yo sí creo y sé que lo soy, un hijo amado tuyo que has también escogido para llevar esta verdad al mundo que tanto te necesita. Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo; he orado en tu Poderoso Nombre ¡Amén!