MANSEDUMBRE & CARÁCTER

EFESIOS 4:22-24 (TLA)

Por eso, ya no vivan ni se conduzcan como antes, cuando los malos deseos dirigían su manera de vivir. Ustedes deben cambiar completamente su manera de pensar, y ser honestos y santos de verdad, como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear, para ser como Él.

La meta de Dios es nuestro carácter, no nuestra comodidad; de ahí la importancia de tener un corazón enseñable, que se deje moldear a su semejanza.

Muchas religiones y filosofías de la “Nueva Era” promueven la vieja mentira de que somos divinos o podemos convertirnos en dioses. Permítanme ser absolutamente claro: ¡nunca se convertirá en Dios o será un dios!. Esta arrogante mentira es la tentación más antigua de Satanás. Satanás le prometió a Adán y Eva que, si seguían su consejo, serían “como dioses”. (Génesis 3:5)

Este deseo de ser un dios poderoso aparece cada vez que tratamos de controlar nuestras circunstancias, nuestro futuro y la gente que nos rodea. Pero como criaturas, nunca seremos el Creador.

¡¡¡Dios no quiere que nos convirtamos en dioses; Él quiere que seamos sabios seguidores suyos, asumiendo sus valores, sus actitudes y su carácter a través de la mansedumbre!!!

El objetivo final de Dios para nuestra vida en la Tierra no es la comodidad sino el desarrollo del carácter. Él quiere que crezcamos espiritualmente y que “lleguemos a la plena y completa medida de Cristo” (Efesios 4:13), a su semejanza; y eso no significa perder la personalidad o convertirse en un clon sin cerebro. Dios creó su singularidad, así que ciertamente Él no quiere destruirla. La semejanza a Cristo se trata de transformar su carácter, no su personalidad. Dios quiere que desarrollemos el tipo de carácter que se describe en las Bienaventuranzas de Jesús, el fruto del Espíritu, el gran capítulo de Pablo sobre el amor y la lista de Pedro de las características de una vida efectiva y productiva. (Mateo 5:1-12; Gálatas 5:22-23; 1 Corintios 13; 2 Pedro 1:5-8)

Cada vez que se olvide de que el carácter es uno de los propósitos de Dios para su vida, es posible que se sienta frustrado por sus circunstancias. Se preguntará:

🤷🏻 ¿Por qué me está sucediendo esto?

🤷🏻 ¿Por qué estoy teniendo un momento tan difícil? 

Una respuesta a esto puede ser que la vida se supone que no sea del todo fácil, pero eso es lo que nos permite crecer. Sin embargo, muchos cristianos interpretan mal la promesa de Jesús de la “vida plena y abundante” (Juan 10:10), piensan que significa: salud perfecta, un estilo de vida cómoda, felicidad constante, realización plena de sus sueños y alivio inmediato de los problemas a través de la fe y la oración. En pocas palabras, esperan que la vida cristiana sea fácil, esperan el Cielo perfecto en la Tierra. Esta perspectiva egoísta trata a Dios como un genio que simplemente existe para servirle en su búsqueda egoísta de la realización personal. Pero Dios no es su siervo, y si cree en la idea de que la vida se supone que sea fácil, se sentirá desilusionado o vivirá en la negación de la realidad.

¡Nunca olvide que la vida no se trata solo de usted! existimos para los propósitos de Dios, no viceversa; por eso debemos practicar la mansedumbre, si queremos aprender y llegar a la estatura y plenitud del carácter de Cristo.

CONFESIÓN DE FE:

¿POR QUÉ DIOS PROVEERÍA EL CIELO PERFECTO EN LA TIERRA CUANDO PLANEÓ LO REAL PARA MÍ EN LA ETERNIDAD? SÉ QUE DIOS ME DA MI TIEMPO EN LA TIERRA PARA QUE DESARROLLE Y FORTALEZCA MI CARÁCTER PARA EL CIELO; ENTONCES ASÍ LO HARÉ, PRACTICANDO LA MANSEDUMBRE.

ORACIÓN:

Padre Santo que estás en el Cielo, Jehová Mekaddesh, el Señor que santifica, (Levítico 20:7,8). Amado Dios y Señor mío, Jesucristo, me has dejado en claro que sólo Tú puedes moldear y fortalecer mi carácter acá en la Tierra, por eso hoy me presento ante Ti, como uno de los escogidos para ser parte de tu pueblo, a pedirte desde los más profundo de mi corazón, que seas mi apoyo, mi paracleto, para que yo crezca en la medida que Tú quieres y pueda llegar a la plenitud y la estatura de un varón perfecto, maduro espiritualmente, de manera que pueda también ayudar a otros a lograrlo. Gracias, mi amado Señor y Maestro Jesús, porque tu mano estará siempre ahí para enseñar a mi corazón manso; he orado en tu Poderoso Nombre ¡Amén!

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